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John Perry y la libertad

“Navegar por el Ciberespacio” fue una expresión bastante habitual en las primeras etapas del Internet. Un término que fue cayendo en desuso y que en el mundo contemporáneo que vivimos suena ya literalmente decadente. A mi personalmente me sigue pareciendo un nombre precioso.

El término Ciberespacio va inherentemente asociado a John Perry Barlow. John tuvo varios sombreros en su vida: según la Wikipedia fue poeta, ensayista, ganadero y ciberactivista. También perteneció a la Electronic Frontier Foundation y a la Freedom of the Press Foundation entre otras iniciativas.

El 8 de febrero de 1996 presentó en Davos la Declaración de independencia del Ciberespacio. El texto es una “reivindicación que critica las interferencias de los poderes políticos que afectan al mundo del Internet”, defendiendo su libertad y su independencia, libre de cualquier gobierno. Y aunque han transcurrido casi 3 décadas desde su redacción el texto conserva prácticamente intacta su esencia.

En estos tiempos convulsos, donde libertades, violencia, economía o el futuro de un buen puñado de países penden de un hilo, merece la pena repasar estas líneas. Y mantener la esperanza de que nuestro (el de todos) Ciberespacio está mayoritariamente formado por gente que cree en el progreso y en el bien común.

El texto es simplemente brillante. Que ustedes la disfruten.

Declaración de Independencia del Ciberespacio
(Por John Perry Barlow)

“Gobiernos del Mundo Industrial, vosotros, cansados gigantes de carne y acero, vengo del Ciberespacio, el nuevo hogar de la Mente. En nombre del futuro, os pido en el pasado que nos dejéis en paz. No sois bienvenidos entre nosotros. No ejercéis ninguna soberanía sobre el lugar donde nos reunimos.

No hemos elegido ningún gobierno, ni pretendemos tenerlo, así que me dirijo a vosotros sin más autoridad que aquélla con la que la libertad siempre habla. Declaro el espacio social global que estamos construyendo independiente por naturaleza de las tiranías que estáis buscando imponernos. No tenéis ningún derecho moral a gobernarnos ni poseéis métodos para hacernos cumplir vuestra ley que debamos temer verdaderamente.

Los gobiernos derivan sus justos poderes del consentimiento de los que son gobernados. No habéis pedido ni recibido el nuestro. No os hemos invitado. No nos conocéis, ni conocéis nuestro mundo. El Ciberespacio no se halla dentro de vuestras fronteras. No penséis que podéis construirlo, como si fuera un proyecto público de construcción. No podéis. Es un acto natural que crece de nuestras acciones colectivas.

No os habéis unido a nuestra gran conversación colectiva, ni creasteis la riqueza de nuestros mercados. No conocéis nuestra cultura, nuestra ética, o los códigos no escritos que ya proporcionan a nuestra sociedad más orden que el que podría obtenerse por cualquiera de vuestras imposiciones.

Proclamáis que hay problemas entre nosotros que necesitáis resolver. Usáis esto como una excusa para invadir nuestros límites. Muchos de estos problemas no existen. Donde haya verdaderos conflictos, donde haya errores, los identificaremos y resolvereremos por nuestros propios medios. Estamos creando nuestro propio Contrato Social. Esta autoridad se creará según las condiciones de nuestro mundo, no del vuestro. Nuestro mundo es diferente.

El Ciberespacio está formado por transacciones, relaciones, y pensamiento en sí mismo, que se extiende como una quieta ola en la telaraña de nuestras comunicaciones. Nuestro mundo está a la vez en todas partes y en ninguna parte, pero no está donde viven los cuerpos.

Estamos creando un mundo en el que todos pueden entrar, sin privilegios o prejuicios debidos a la raza, el poder económico, la fuerza militar, o el lugar de nacimiento.

Estamos creando un mundo donde cualquiera, en cualquier sitio, puede expresar sus creencias, sin importar lo singulares que sean, sin miedo a ser coaccionado al silencio o el conformismo.

Vuestros conceptos legales sobre propiedad, expresión, identidad, movimiento y contexto no se aplican a nosotros. Se basan en la materia. Aquí no hay materia.

Nuestras identidades no tienen cuerpo, así que, a diferencia de vosotros, no podemos obtener orden por coacción física. Creemos que nuestra autoridad emanará de la moral, de un progresista interés propio, y del bien común. Nuestras identidades pueden distribuirse a través de muchas jurisdicciones. La única ley que todas nuestras culturas reconocerían es la Regla Dorada. Esperamos poder construir nuestras soluciones particulares sobre esa base. Pero no podemos aceptar las soluciones que estáis tratando de imponer.

En Estados Unidos hoy habéis creado una ley, el Acta de Reforma de las Telecomunicaciones, que repudia vuestra propia Constitución e insulta los sueños de Jefferson, Washington, Mill, Madison, DeToqueville y Brandeis. Estos sueños deben renacer ahora en nosotros.

Os atemorizan vuestros propios hijos, ya que ellos son nativos en un mundo donde vosotros siempre seréis inmigrantes. Como les teméis, encomendáis a vuestra burocracia las responsabilidades paternas a las que cobardemente no podéis enfrentaros. En nuestro mundo, todos los sentimientos y expresiones de humanidad, de las más viles a las más angelicales, son parte de un todo único, la conversación global de bits. No podemos separar el aire que asfixia de aquél sobre el que las alas baten.

En China, Alemania, Francia, Rusia, Singapur, Italia y los Estados Unidos estáis intentando rechazar el virus de la libertad erigiendo puestos de guardia en las fronteras del Ciberespacio. Puede que impidan el contagio durante un pequeño tiempo, pero no funcionarán en un mundo que pronto será cubierto por los medios que transmiten bits.

Vuestras cada vez más obsoletas industrias de la información se perpetuarían a sí mismas proponiendo leyes, en América y en cualquier parte, que reclamen su posesión de la palabra por todo el mundo. Estas leyes declararían que las ideas son otro producto industrial, menos noble que el hierro oxidado. En nuestro mundo, sea lo que sea lo que la mente humana pueda crear puede ser reproducido y distribuido infinitamente sin ningún coste. El trasvase global de pensamiento ya no necesita ser realizado por vuestras fábricas.

Estas medidas cada vez más hostiles y colonialistas nos colocan en la misma situación en la que estuvieron aquellos amantes de la libertad y la autodeterminación que tuvieron que luchar contra la autoridad de un poder lejano e ignorante. Debemos declarar nuestros “yos” virtuales inmunes a vuestra soberanía, aunque continuemos consintiendo vuestro poder sobre nuestros cuerpos. Nos extenderemos a través del planeta para que nadie pueda encarcelar nuestros pensamientos.

Crearemos una civilización de la Mente en el Ciberespacio. Que sea más humana y hermosa que el mundo que vuestros gobiernos han creado antes.”

Davos, Suiza. 8 de febrero de 1996

Seisdeagosto.com es el proyecto personal de Juan Leal. Ayudo a las empresas a reducir su complejidad digital, para que los humanos tengamos una vida más sencilla, con la tecnología a nuestro servicio. Llevo involucrado en el diseño de productos digitales y la Experiencia de Usuario desde hace más de 15 años (prácticamente desde los inicios en nuestro país). Trabajo en JobandTalent como Principal UX. Fui director de producto en idealista.com. Me licencié en Ergonomía y Factor Humano por la Universidad Técnica de Lisboa (Faculdade de Motricidade Humana), aunque también he realizado cursos especializados en la Sloan School del MIT, con Edward Tufte o el Nielsen Norman Group. Si tienes algo que contarme será un placer leerte: juan {arroba} seisdeagosto.com

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Quién me lo iba a decir

Más allá de la salud, los humanos sólo necesitamos tener tres cosas bien atadas en nuestra vida: un hogar, un trabajo digno y alguien que nos acompañe en nuestra aventura vital: una pareja o familia. Como que gran parte de tu aventura en esta vida gira entorno a encontrar y/o mejorar estas tres grandes esferas. No he sudado demasiado para llegar a esto.

Hace más de 15 años tuve la fortuna de trabajar para la primera gran esfera: ayudarte a encontrar tu casa con idealista.com. Sólo guardo buenos momentos de aquello y, todavía hoy, noto que aún queda algo de rastro de mi etapa por ahí.

Desde aquella época emprendí un viaje en solitario que me ha llevado a vivir experiencias inimaginables con el sombrero de consultor, de proyecto en proyecto. Tan inimaginables como volver a formar parte de una empresa de nuevo. Pero es que el reto que hay por delante, la excelente acogida y la gente involucrada en este proyecto enamoran desde el minuto uno. Y estoy tan contento que me apetece escribir en mi viejo almanaque para celebrarlo.

Querida gente de JobandTalent: Gracias por vuestra confianza.

En Jobandtalent queremos mejorar la calidad de vida de las personas a través del trabajo. Y mi reto aquí dentro es que al coger tu móvil y abrir nuestra app sientas que todo funciona como esperas. Que te sientas como en tu casa.

P.D.: ¡Estamos contratando!

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Tributo al Suficiente

Aquí arriba están los dos títulos universitarios que obtuve durante mi época de estudiante. El título español estuvo en paradero desconocido durante unos cuantos años y mi madre lo recuperó hace muy poco. El portugués, quizás por ser más reciente (y porque me costó sudores sacarlo), siempre ha estado conmigo y en él se puede apreciar la nota final: “Suficiente”. La del título español fue un pelín superior, pero también andaba por esa cota.

Cuando pienso en mi pasado como estudiante sólo guardo buenos momentos, hubo muchos complicados, pero tengo que buscarlos en la memoria, no me salen espontáneamente como los buenos.

Siempre he pensado que la titulación universitaria te ayuda, sobre todo, a conocer gente con la que sientes afinidad, a trabajar en equipo, a hablar en público y, en un pequeño porcentaje, para adquirir una base de conocimientos. Esto último sólo te valdrá si al final acabas dedicándote a la profesión para la que te formaste, lo que ocurre no con tanta frecuencia.

Reconozco que tener tan poca nota final en ambas titulaciones fue para mi un poco lastre en los primeros tiempos, cuando empezaba a abrirme camino en el entorno laboral. Pero conforme avanzaba en mi vida profesional me fui olvidando de ello. Seguramente porque hasta la fecha nunca me han pedido mis títulos para trabajar.

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Ayer escuchaba el último podcast de Joan Tubau, donde charlaba abiertamente con Chema González-Garilleti (a quien no tenía en el radar) sobre las oportunidades laborales en un mundo globalizado, tratando de transmitir algo de positivismo entre los jóvenes españoles sobre el mercado laboral que tenemos en España. Y automáticamente me trasladé a mi época universitaria.

Hay un momento de la conversación donde tocan el actual modelo de escuela, sobre la presión que arrastran los alumnos por el nivel de las notas y sobre cómo el sistema educativo está diseñado para medir a la gente en base a unas notas que te encasillan como el listo o el torpe de la clase cuando – como sostiene Chema con estudios que lo demuestran – la nota no es en absoluto un índice sobre el que pronosticar el éxito profesional que vas a tener en tu futuro.

Para Chema la formación trae cosas muy buenas, como la disciplina, el respeto al profesor, reconocer que tienes que estudiar cuando vienen los exámenes. En la conversación saca como referencia un post de Martin Varsaski en el que relata su experiencia como profesor: para él, el mejor predictor del éxito entre los alumnos de una clase es algo tan sencillo como preguntar a los propios alumnos a quienes consideran que van a tener éxito profesional (qué importante es la investigación de guerrilla). Y lo cierto es que los propios alumnos no parecen equivocarse.

No sé si a vosotros os ha ocurrido, pero a mi desde luego sí. La gente que que he conocido que apunta maneras en su futuro tiene un brillo especial, poseen un conjunto de habilidades paralelas que no están vinculadas con sus notas: cuando quieren estudiar se ponen a ello y sacan notas dignas, se desenvuelven bien en la vida sin ayuda de los demás, saben disfrutar de la vida, se llevan bien con prácticamente todo el mundo, practican deporte y, lo más importante para mi, gente que sobre todo escucha. Esto último da para otro post.

En el artíclo de Varsaski sostiene que “no por estudiar la física del tenis se juega bien al tenis” o “no por estudiar contabilidad se gana mucho dinero” o la frase con la que empieza el post “¿Si nuestros profesores son tan listos, porqué no son ricos?”. No es que trate de buscar excusas para tratar de justificar las notas de mi pasado académico, pero me voy a permitir el lujo de autoevaluarme: en esta casa me otorgo el título de Sobresaliente a pesar de lo zoquete que he sido. Y hasta que no cambie el diseño de evaluación en las escuelas sólo puedo decir una cosa: ¡Larga vida al Suficiente!

Temino con el post de Varsaski (los comentarios no tienen desperdicio):
Por qué los que triunfan en la universidad rara vez triunfan en la vida

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Remote friendly

Hay un par de puntos en el globo terráqueo que me fascinan. En ninguno de los dos figura el cartel de “Bienvenidos a…” o el típico “Usted está aquí”. Son lugares tan remotos que pocos humanos tienen la gracia de atravesarlos.

El primero de ellos se encuentra en el cruce del paralelo 36 con el meridiano 20, en pleno Meditrerráneo, en algún punto a medio camino entre la isla de Malta y de Creta. Desde este enclave se generan gran parte de los nombres más conocidos de los vientos del hemisferio norte. Aparte de los populares Levante y Poniente, situándonos en ese punto recibiremos al Mistral (Maestral) cuando el viento sople Noroeste desde Roma (Magistral Pentium), Noreste desde Grecia (Gregal), Suroeste desde Libia (Lebeche), siempre con polvo en suspensión, y Sudeste de Siria (Siroco). A este punto lo llaman la Cuna de los Vientos.

El segundo es mucho más remoto, se sitúa en el hemisferio sur, en la franja entre el paralelo 40 y 60. Desde este paralelo hacia más al sur los vientos no encuentran freno con superficie terrestre alguna, y la propia rotación de nuestro planeta hace que esos vientos incrementen aún más su fuerza, cuanto más al sur peor. Los circunnavegantes llaman a este tramo los “40 Rugientes”, los “Furiosos 50” o los “Bramadores 60”, en función del paralelo sobre el que naveguen. Este video lo explica mejor que yo. Y este otro nos da una ligera idea de lo que estamos hablando. El punto en cuestión se llama Polo de Inaccesibilidad o Punto Nemo. Las tierras emergidas más cercanas (simples islas o islotes) se encuentran a más de 2.500 km, un sitio un sitio perfecto para dejar caer restos espaciales. La profundidad de esta zona alcanza los 3.700 km. La particularidad de este punto tan remoto hace que el contacto más cercano con un ser humano esté en el espacio, a través de la Estación Espacial Internacional que gravita a una distancia de entre los 400 y los 430 km.

Cada vez que escucho la palabra “remoto” me teletransporto a estos lugares. Ubicaciones casi inaccesibles, solitarias, alejadas de cualquier contacto. Aún así, los humanos hemos adoptado este nombre para abrazar una de las formas de trabajo más populares en la era post-pandemia, con la idea de que la tecnología supuestamente nos aproxime y nos vincule.

Cómo no vamos a encontrar dificultades en semejante misión si el propio nombre que hemos adoptado evoca justamente lo contrario. Si es que somos seres extraordinarios.

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Libertad, éxito (y dinero)

Vía Ignacio Berges aterrizo en un podcast donde se conversa con Manuel Zafra y Victor Rodado (Minimalismbrand) alrededor de un tema tan interesante como amplio y abstracto: la Libertad.

Del podcast y de mi posterior visita al blog de Manuel he sacado conclusiones que me han ayudado a desbloquear mentalmente ciertas cosas y a plasmar por escrito los pensamientos que tengo alrededor de este tema. Así que vayan por adelantado las gracias a Manuel por haberme ayudado a aterrizar conceptos y experiencias que, aunque evidentes, uno no los visualiza hasta que no los lee, escucha (o los vive evocándolos con conciencia).

Mis amigas Isa Ludita y Alex Filiatreau me hicieron darme cuenta hace (no mucho) tiempo de que para mí la Libertad estaba bastante por encima de todo. Y sólo cuando ellas comenzaron a mencionarlo empecé a prestarle más atención a este asunto que tenía, en cierto modo, aparcado. A pesar de que para otras personas que lo veían desde fuera resultaba bastante claro y evidente.

Sin darme cuenta, anteponía por encima de todo mi Libertad ante determinadas situaciones o decisiones. Pero, como digo, lo he estado haciendo de manera inconsciente. Y así ha sido en muchas de las decisiones, tanto personales como profesionales, que he tenido a lo largo mi vida y que dejaban patente esa búsqueda de Libertad.

Aún recuerdo con una nitidez asombrosa el momento en el que la agencia que nos subcontrataba en nombre de Terra Networks nos dio la “fabulosa” noticia de que en unos meses el equipo de 10 personas que trabajábamos ahí nos trasladaríamos a las oficinas corporativas. Había algo dentro de mí que me impedía aceptar esa “oferta”. No os voy a contar lo que para un tipo de Extremadura suponía no aceptar una oferta de trabajo tras llevar apenas 10 meses en la capital, con el riesgo de tener que regresar al nido familiar si las cosas no venían bien dadas. La búsqueda de Libertad me empujó hacia otro lado.

Años más tarde me ocurrió lo mismo con Madrid. Dejé la ciudad y nos trasladamos primero a las Islas Afortunadas y después a un pueblo en el sur de la península, a sabiendas de que dejaría atrás a un montón de gente que quiero y, por supuesto, también dejaría atrás propuestas de trabajo profesional que sin duda afectarían o mermarían mi carrera. De nuevo, pudo más la Libertad.

En el fondo, no me paro a pensar sobre si las decisiones que tomé en su momento fueron las más acertadas, pero desde luego no me arrepiento de ninguna de ellas, y hoy además siento y tengo claro (por fin) que una de mis prioridades vitales es la Libertad. Y por esa Libertad (y aquí me inspiro en lo que escribe Manuel Zafra) trato de vivir sin tener que vender nada a nadie, sin tener que convencer, vivir sin sentirme obligado a construir un personaje para mantener un status, en este caso digital.

Hace unos meses felicitaba a un conocido inversor con quien trabajé y me decía que, mirando en retrospectiva, consideraba que había elegido mejor camino que él. Lo cual no dejaba de sorprenderme dada su meteórica carrera y su notable éxito en el sector digital. Y todavía no salgo de mi asombro. El simple hecho de que pensara en mí ya era todo un halago.

En ocasiones me asalta la duda de que voy dejando de lado un reguero de oportunidades muy buenas sin un motivo específico, pero me voy dando cuenta de que voy eligiendo la opción que (creo) me proporciona mayor nivel de Libertad en el largo plazo. A pesar de no disponer toda la información en el momento en el que tomo la decisión.

Por eso encontrarme con gente que hable sobre la Libertad y el éxito de manera tan llana, abierta y espontánea me ha alegrado la semana, porque han puesto voz a algo que llevaba en mi cabeza mucho tiempo. Recojo algunas de las ideas y reflexiones que recoge Manuel en su blog para plasmarlas aquí, como quien coge manzanas del árbol:

René Redzepi es uno de los cocineros más premiados del mundo; idem para su restaurante Noma, en Copenhague. Samy Alí es otro excelente cocinero, lo dice su Estrella Michelín, aunque menos reconocido. René y Samy tienen una cosa en común: han cerrado sus exitosos restaurantes porque el éxito les hacía esclavos. Esclavos de otros, esclavos de ideas que no eran suyas, de espacios que no reflejaban sus personas, esclavos del éxito, del prestigio, esclavos de ciertas libertades.

Una periodista pide una entrevista con Samy Alí, el chef a cargo del restaurante Candela Restó. En teoría la entrevista es para hablar de éxito pero en la práctica se convierte en una confesión de cierre.
“Quizás que no soy de pasear la estrella, quizás no me llevo bien con el éxito. El éxito hace que nos agobiemos más, que queramos más, y no sé si eso es bueno.”

Qué jodido es gestionar esto de la Libertad… Sobre todo porque tengo la sensación de que algunas decisiones pueden llegar a apreciarse con ciertas connotaciones negativas (me invento algunas: egoísmo, soledad, individualismo, ¿depresión?…). Cada vez tengo más claro que alcanzar esa sensación de Libertad en ciertos aspectos de tu vida es un nivel de éxito tan grande como el factor número uno para la gran mayoría de los humanos: el económico. Si quieres ser emprendedor, emprende primero dando este gran paso vital que te hará conocer tu vida desde una perspectiva maravillosa. No llegas tarde, no llegas pronto, llegas justo a tiempo.

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Trabajo imperfecto

Cuando voy con algo más de tiempo del habitual, me gusta salir a correr por el campo y perderme por los caminos “a pelo”: sin mapa, ni trackings ni leches, por donde me lleve mi olfato de “Coronel Tapioca”. Pasada la 1h de carrera de rigor, simplemente me pongo en modo paseo hasta encontrar de nuevo el camino a casa. El otro día me encontré con esta “escalera”. Superaba un desnivel importante y los habituales de la zona (supongo) habían colocado adoquines según su intuición y criterio para superar este obstáculo. El asunto pintaba tal que así:

Me animé a ascender por esos peldaños caseros y me llevé una sorpresa, porque cada piedra estaba colocada de tal forma que se adaptaba sorprendente bien a mi zancada y al terreno. Y así llegué hasta la cima: subiendo por esos peldaños imperfectos.

Recordé esta otra foto que hice en nuestro viaje a la ciudad de Ho Chi Minh hace ya algunos años:

Me llamó la atención la alineación de los cartones y cómo cada transeúnte que se sentaba ocupaba ordenadamente un único sitio (¿os cuento lo caótico que es Vietnam?). Si algún cartón se volaba o se torcía siempre había alguien que se preocupaba de recolocarlo nuevamente. ¿Imperfección o perfección? La solución estética resulta imperfecta, pero la forma de colaborar para llegar a un fin común, que beneficie a todos, me parece extraordinariamente perfecta.

Me puse a pensar en cuánta gente habría sido necesaria para hacer la escalera en nuestro “Mundo Perfecto®”: Un capataz y un par de peones de albañil, qué menos. Y luego los materiales y, si todo va según lo previsto, 1 mes de trabajo. Así, a ojo, y sin tener ni pajolera de asunto.

Pero… ¿Y si este modelo de trabajo “caótico” se oficializase? En plan, el alcalde de una población comunicando a bombo y platillo:

– “Y este trabajo se lo dejamos a los ciudadanos, que lo hagan como quieran y necesiten. Y que lo cambien como y cuando quieran. Y se firma aquí, en la ciudad de… ” Sin jerarquías, sin plazos, sin conocimiento, con total libertad.

¿Y en lo digital? ¿Cómo sería trabajar sin plazos, sin hojas de rutas, sin conocimientos, sin egos ni jerarquías y con total libertad? Lo veo tan lejano e imposible que sonrío mientras escribo esta última frase. Pero me parece un experimento de lo más curioso. Aunque lo cierto es que en el mundo Blockchain se están dando pasos de gigante en esta línea de trabajo descentralizado.

Quizá estoy dando demasiado por sentado que este planteamiento probablemente no generaría las soluciones más finas, ni las más estéticas. ¿Pero y si fueran las más adaptadas a las necesidades de un grupo de personas?

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Falta de vivencias

En mi peregrinación habitual al fisio solemos tener conversaciones de todo tipo. Mientras sus dedos hidráulicos buscan el dolor, yo trato de mantener la dignidad y seguir el tema que ese día encontramos para comentar. El otro día hablábamos sobre algo que, a pesar del dolor tras la sesión, me siguió rondando la cabeza de camino a casa: la tecnología y las vivencias.

Decía Samuel Gil en una de sus últimas newsletters ésto: “Sin embargo, la vida fuera de las aulas nos pone continuamente enfrente de problemas sobre los cuales no tenemos toda la información necesaria o involucran grandes dosis de incertidumbre. Son problemas para los que no hay una única respuesta correcta sino que hay multitud de respuestas que pueden ser válidas, dependiendo de a qué factores les demos más peso”.

Sustituiría “fuera de las aulas” por “fuera de las pantallas”. Y es que gran parte de las generaciones que vienen están dejando de enfrentarse a problemas. En las pantallas no existen los problemas (los de verdad – los patanegra), no existen las vivencias. El simple hecho de salir a pasear por el campo nos enfrenta a situaciones como caerte de un árbol, tropezar, perder el sendero, pasar frío o de creer que cae la noche y no llegas a casa, pero también de compartir el bocadillo, el agua, el amanecer o el de comentar la mejor ruta para llegar a aquel lago precioso que dicen que está un poco más arriba. Son vivencias mundanas que el mundo digital ¿jamás? podrá aportar y que estamos enterrando profundamente.

Comentaba Reque (así se llamaba mi fisio) que el otro día se pegó una buena leche bajando de la Sierra de Ronda. Y espera ,casi con alegría, ese moratón que a buen seguro le saldrá. Porque ese golpe le recuerda que está vivo, que forma parte de este mundo. Y creo que Reque está en lo cierto: detrás de ese golpe hay un montón de vivencias y aprendizajes internos que te hacen crecer como persona.

¿Por qué las vivencias digitales no perduran ni son tan intensas como las físicas? ¿Podremos llegar a emularlas digitalmente? ¿Seremos lo suficientemente listos como para volver aunque sea de forma descafeinada a lo que estamos dejando atrás?

A día de hoy, la tecnología tan sólo nos sirve de pantalla para amortiguar los muchos golpes que la vida está esperando regalarte.

– La foto que ilustra este post es de Freepik.

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