Si hay algo a lo que aún no me he acostumbrado (aparte de al clima, claro) es a orientarme por el submundo que existe bajo el asfalto Helsinkero.
Acompañando los cimientos de la ciudad existe otra que vive ajena a las condiciones climatológicas y en la que siempre es de día, aunque sea de forma artificial. En ella puedes encontrar de todo: restaurantes, farmacias, pastelerías, supermercados… Uno puede salir de casa y entrar en la oficina del centro de Helsinki prácticamente sin poner los pies en la calle (me imagino las razones que han llevado a esto…).
Pero hay un pequeño problema: en este mundo subterráneo uno sabe por dónde entra, pero tienes que haber pasado muchas veces para saber por donde sales. Y la culpa de todo esto la tienen las señales, que carecen de la información mínima para indicarte dónde estás y hacia donde puedes ir. Un simple nombre (en finés por supuesto) y una flecha es todo lo que uno puede esperar encontrarse atravesando estos pasadizos. A veces, cuando vas con prisas es frustrante, pues piensas que conoces el camino y lo haces casi sin pensar y al salir te das cuenta de que toca dar la vuelta.
Wayfinding es un término acuñado por el planificador urbano Kevin A. Lynch y hace referencia a cómo los seres vivos se orientan en espacios físicos y se desplazan de un sitio a otro. En el caso concreto del mundo subterráneo de esta ciudad el concepto falla estrepitósamente: sólo tras varios intentos conseguirás llegar a tu destino con éxito.
Para los profanos en la materia, existe un excelente artículo que toca este tema, aunque relacionándolo más con la tecnología: Wayfinding Through Technology, escrito por la gente de Johnny Hollan Magazine. También el amigo Nacho Puell escribió en su día un interesante post: the wayfinding place. Ambos de recomendadísima lectura.
Creo que una visita a la ciudad subterránea de Montreal no vendría mal para poder comparar.