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La patillita de Google Glass

A la gran mayoría nos ha emocionado ver el último producto de la casa Google: Glass. Un cacharro que franquea las barreras establecidas hasta ahora en cuanto a diseño de productos digitales se refiere, ya no nos sorprende viniendo de quien viene.

Pero, después de ver decenas de vídeos sobre cómo funcionaba semejante aparato, había algo que no me acababa de convencer. Y de repente dí con la tecla:

Google glass es un dispositivo que plantea nuevos patrones de interacción sobre una parte de nuestro cuerpo poco acostumbrada a tener poder digital (aunque estemos acostumbrados a verlo en películas). La base de este producto a nivel de interacción tienes tres patas: un mix de voz, realidad aumentada e interacción táctil.

Esta última pata es para mi el fallo que veo en este producto: un modelo de interacción táctil, ya obsoleto, montado sobre algo mucho más innovador: la voz y la realidad aumentada. No sólo eso, además han hecho de este modelo de interacción la principal característica en cuanto a su diseño industrial: esa patilla lateral blanca donde debemos deslizar nuestro dedo para realizar y/o confirmar determinadas acciones.

Personalmente me parece lo mismo que tener una pantalla táctil y tener que enchufar un teclado y un ratón para poder usarla. O como aquellos primeros modelos de teléfono con pantalla plana donde sí, la pantalla era táctil, pero convivía con ciertas interacciones basadas en apretar botones físicos, de los de verdad.

Obviamente el modelo evolucionará y sacarán un producto impecable, pero a estas alturas me froto los ojos cuando pienso en la gente andando por la calle tocándose la patilla de la Google Glass, limpiándola porque ya está guarrilla o realizando el gesto varias veces porque no ha pillado la orden, al tiempo que sueltan «Ok Glass» y palabrejas así.

Es lo que hay cuando se sacan productos que rompen los moldes establecidos: que resulta nacesario basarse en modelos ya aprendidos e interiorizados para evitar que el usuario final tenga dudas en cuanto a su funcionamiento.

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seisdeagostouser

6 respuestas

  1. Me recuerda a cuando se anunció el iPhone y la gente se preguntaba si tendría modo vibración, o sería capaz de conectarse a wifis seguras, o si la pantalla se enguarraría a la primera de cambio y dejaría de funcionar.
    Entiendo que no cuestionas el éxito o fracaso del dispositivo basado en la patillita, pero no veo problema en mezclar dos medios de interacciones en un dispotivito (en este caso voz y táctil). Es lo más común en las interfaces que usamos a diario. Y nuestro querido iPhone sigue teniendo botones físicos y no se recogen firmas para eliminarlos de la faz de la tierra.

    Por otro lado, no creo que la motivación de Google sea basarse en modelos establecidos, si no en proporcionar la manera más sencilla de navegar por contenidos homogéneos una vez se ha hecho la petición por voz y recibido los resultados.

    En cualquier caso, ¿qué alternativa propones a la patillita?

    Gracias,

    1. No. No cuestiono el éxito o fracaso del dispositivo. Eso lo dirán los usuarios. Una interacción basada en esa patilla exige que tengamos que alzar la mano cada dos por tres para operar con las gafas. Personalmente no le veo ningún sentido.
      En cuanto a alternativas, desconozco las tripas del engendro y opinar y dar ideas es muy fácil cuando no estás metido en el proyecto, pero desde luego hacerlo todo por voz o gestos sin tener que tocar las propias gafas sería lo suyo.

  2. Yo a día de hoy no veo alternativa mejor.
    No me importa soltar unos pocos «OK glass [query]» en público para activar acciones determinadas.

    Eso sí, en cuanto tengo que navegar por diferentes opciones/resultados no me veo:
    1. levantado el brazo y moviéndolo arriba y abajo varias veces
    2. haciendo guiños como si fuese Terenci Moix, sin tener en cuenta las confusiones a las que podría llevar con transeuntes
    3. diciendo «siguiente/anterior» repetidas veces en voz alta

    En cualquiera de los tres casos, acariciar la patilla siempre será más efectiva, tanto en cuanto a tiempo de ejecución como de respuesta del sistema, que cualquiera de los tres casos anteriores.

  3. Mi sensación es que ni la voz ni la patilla son una buena solución de interacción a medio plazo. La voz implica un cambio social y cultural bastante importante, que no tengo claro si es viable. La patilla es, simplemente, una incomodidad como comenta Juan Leal.
    Me imagino un Google Glass predictivo, ofreciendo la información que necesitas en el momento oportuno (vamos, un Google Glass con Google Now), pero con la posibilidad de interactuar sin sacar la mano del bolsillo.

    Quizás debemos volver al pasado y olvidarnos de tener la interacción y la percepción en el mismo sitio como con las pantallas táctiles. Puede que Google Glass deba convertirse en tan solo un sistema de consumo de información y toda la interacción sea delegada a algo tan tonto y retro-noventero como un pad mecánico. O qué se yo, un pad en la muñeca.

  4. Yo estaba pensando el otro día que el único lugar donde el reconocimiento de voz tiene sentido de verdad es en los aparatos más tontos de todos. Me explico: tengo la casa llena de cacharros, como el horno, el calentador, el despertador, cada cual con sus botones, cada cual con su manual que pierdo y no quiero leer. Estan todos llenos de funciones que no uso, por pereza de aprender. Me encantaria evitármelo y que esos cacharros secundarios me entendieran. ¿Horno? A las 6:30pm te pones a 180 grados y a las 8:30 te apagas. ¿Despertador? Si señor! Despiertame mañana a las 8:00 y no te apagues hasta que no te dé con mano. Todos los aparatos tendrían un sólo botón, el botón de Te Estoy Hablando, y marchando

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