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Hace unos días, charlando con Carlos, director comercial de Idealista.com, me comentó una cita que desconocía, la que titula este post. Quizás muchos de vosotros hayáis oído hablar sobre ella, pero vi tan clara su aplicación a nuestra profesión que he decidido escribir sobre ello.

La historia empieza con un invidente, que mendigaba en los escalones de un edificio. Bajo sus pies, al lado del gorro que recogía las monedas, había un viejo cartón que decía: «Soy ciego, por favor ayúdenme».

Un publicista que pasaba por ahí se paró un momento frente a él. Observó que dentro de ese gorro sólamente había un puñado de monedas. Dejó algunas más en su interior y, sin pedir permiso, cogió el cartón y escribió algo diferente en el reverso. Lo dejó en el mismo sitio.

Esa misma tarde el publicista volvió a pasar por el mismo sitio y observó que su gorro estaba lleno de billetes y monedas. El invidente reconoció sus pasos y le preguntó si era él que había escrito algo en su cartón. Simplemente tenía curiosidad por saber de qué se trataba.

El publicista fue muy breve: «Nada que no sea verdad. Simplemente escribí tu mensaje de forma diferente». Sonrió y se marchó. El mensaje decía lo que comentábamos al principio: «Hoy es primavera, y no puedo verla».

La capacidad de persuasión tan potente que puede tener un simple literal en tu interfaz es muchas veces pasada por alto. Un frase redactada de forma diferente puede multiplicar tus objetivos. Piénsate una y mil veces el copy que escoges para tu interfaz, desde las primeras propuestas. El copy también es interfaz.

Hasta los ciegos lo saben.

Actualización (vía @redinpeople): Vídeo que narra la historia de forma muy parecida (Historia de un letrero, YouTube 5:56min)

Cada vez que paso al lado de una parada de autobús me pregunto cómo es posible que el diseño de un producto aparentemente tan sencillo esté tan mal enfocado. Paradójicamente, lo que se supone que es su principal ventaja – la ausencia de la mampara en el lado que da al asfalto – es su principal error:

  • En días de lluvia no protege de las balsas de agua que los coches provocan cuando pasan al lado de la parada;
  • En días de excesivo calor tampoco. El asfalto acumula más calor que todo lo demás. Tampoco hay protección;
  • La apertura de dicha parada está hacia el lado más ruidoso. Cualquier actividad para matar el tiempo (léase hablar por teléfono) está limitada, puesto que la principal fuente de ruído la tienes frente a ti, en todo su esplendor;
  • La fila que se forma para acceder al vehículo, debido al diseño de la parada, se forma en el borde de la acera, con los riesgos que esto conlleva. Cuando lo más lógico y racional sería utilizar el espacio destinado a los peatones y no poner en riesgo su integridad. O sea, por detrás.

¿Solución? Quizás más sencilla de lo que parece, veamos… ¿Qué tal si la apertura de la parada se hace de espaldas al asfalto y se elimina uno de los laterales para poder acceder de forma fluída al interior del vehículo? Conseguiríamos:

  • Que en días de lluvia estemos potencialmente más aislados de las balsas de agua que cualquier vehículo pueda provocar;
  • Que en días de sol estemos también más protegidos del calor desprendido por el asfalto;
  • Que, mientras que esperamos el autobús tengamos más aislamiento, para poder matar el tiempo con una humilde llamada de teléfono, o poder escuchar el sonido que suelta el juego cutre de mi móvil (pero que me ayuda a pasar el mal rato);
  • Y que la fila de pasajeros se forme en un lado más seguro y no al borde de la acera.

La parada de autobús, a día de hoy, está diseñada para ayudar al conductor a «descargar y cargar» pasajeros, optimizando tiempo y recursos para la empresa de transportes y para el ayuntamiento (que supuestamente ahorra en atascos), pero no para lo más importante: que ese horrible tiempo de espera de los pasajeros sea, al menos, medianamente placentero. ¿Cómo no vamos a odiar esperar un autobús? ¿Pero a que no odiamos tanto esperar un tren? ¿Experiencias distintas, quizás?

¿Tanto cuesta observar un poco más y diseñar en función de dichas observaciones? Suma y sigue…

Este mes participaré en un par de charlas para hablar sobre lo que más tocamos en esta casa: la facilidad de uso.

La primera de ellas será en Madrid:
– 23 de noviembre a las 18:30,
– Fundación Telefónica,
– Gran Vía, 28,
Ciclo de internet y nuevas tecnologías.

Será algo muy cortito (20min), para dar a conocer nuestra profesión con la intención de demostrar de alguna manera cómo Internet tiene el potencial de crear profesiones que no existían hace unos años atrás.

La segunda será en Málaga:
– 30 de noviembre a las 11h,
– Sede de la Diputación de Málaga,
– C/ Pacífico, 54,
– Foro de Cooperación Transfronteriza para la Cultura Emprendedora e Innovadora (programa en .pdf).

Participaré en una mesa redonda donde se debatirá cómo una tecnología fácil de usar puede llegar a ser la clave del éxito de una empresa.

Hasta donde yo sé, ambos eventos son gratuitos:
Incripción para la charla de Madrid.
Inscripción para la de Málaga.

Esta mañana, tomando un café con Ícaro y Llaneza acabamos hablando de Windsurf. Ícaro me comentaba que eso ya era de la vieja escuela, que lo que pega fuerte ahora es el Kitesurf.
Y no lo pongo en duda, la verdad, pero no me digáis que no le entran a uno ganas de volver a las camisas estampadas, al chándal Táctel y al Pizz Buin viendo este pedazo de vídeo (Vimeo, 6:56min):

¿Que no?

Cuando te ofrecen de postre flan en un restaurante, ¿qué suele ser lo primero que preguntas? Probablemente si es casero, si está hecho a mano, con cariño y tiempo o si es industrial, hecho de forma artificial, por máquinas. Cuando te llega, incluso agradeces esa forma desigual que tiene, dando a entender que efectivamente han sido manos humanas las que le han dado forma al dulce. De alguna manera preferimos lo que tiene pinta de estar hecho en casa, lo casero triunfa.

Y a veces pienso que en Internet pasa casi lo mismo.
Date una vuelta por el diseño de las empresas que más triunfan en Internet, verás: eBay, Google, Craiglist o hasta Amazon tienen un diseño sin grandes pretensiones visuales, todo muy enfocado a la funcionalidad. Soy capaz incluso de imaginarme discusiones alrededor del estilo de los enlaces, por ejemplo, y casi veo la conclusión a la que se llega: «Somos una compañía que se tiene que adaptar a todo el planeta, todo el mundo nos utiliza. Tenemos que asegurarnos de que cualquier persona sabe utilizar nuestros servicios sin problemas».
Es casi como fabricar una silla (destinada a sentar a cuantos más humanos mejor): para que una silla cumpla correctamente su función esta debe adaptarse a las medidas antropométricas de la población general (que en Ergonomía estaría entre los percentiles 5 y 95).

Si estás planteándote un servicio web dirigido a un amplio sector de la población quizás deberías por lo menos recapacitar sobre este detalle. No todo el mundo es nativo digital ni tiene por qué conocer ciertos patrones que a priori deberían estar interiorizados. A veces esos efectos visuales que te llenan de satisfacción pueden llegar a ser un freno para los que usan tu servicio web. A nadie le gusta estropear algo bonito y puede llegar incluso a imponer cierto respeto tocar sobre algo atractivo cuando se es consciente de que no se tiene la experiencia necesaria: «Peligro, no tocar».

Philippe Starck puede estar satisfecho. Su famoso exprimidor de zumos (el Juicy Salif) ya tiene sucesor: se llama Mysqueeze.

El autor de este nuevo objeto de culto se llama Roland Kreiter, un diseñador alemán de tan solo 27 años.

Kreiter competía en un concurso diseño de producto en el que participaba como juez el propio Starck. Kreiter no sólo ganó el concurso, además Starck ofreció al joven diseñador una beca para trabajar en su propio estudio y comercializar su innovador exprimidor, como un homenaje a su icónico Juicy Salif, realizado 20 años atrás.

Exprimidor Mysqueeze
Exprimidor Mysqueeze

El producto está ya en el mercado y tiene un precio de €44. Y servidor se lo está pensando.

Más información sobre este cacharro: Mydeco.com/press-office/mysqueeze