Internet. Tecnología. Personas. Desde el 2001.

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Uno de los aspectos que estamos viendo pasar a velocidad de vértigo en el mundo tecnológico (y del que apenas nos estamos dando cuenta) es el cambio de paradigma en cuanto al modelo de interacción tecnológica que usamos con los aparatos que nos rodean: hemos pasado de convivir una larga temporada bajo un modelo de interacción GUI (Graphical User Interface), basado en el cursor y el ratón, a un modelo más liviano denominado NUI (Natural User Interface), que es en el que basan todas las tablets y móviles que funcionan hoy en día y cuyos protagonistas indiscutibles son nuestros dedos.

Pensaba que la evolución de este modelo NUI me cogería ya mayor. Pero después de ver el trabajo de Ivan Poupyrev creo me equivoco… Iván es el director técnico de Google ATAP (Google’s Advanced Technology and Projects) y trabaja precisamente en la definición de los nuevos modelos de interacción que están por venir (lo llaman OUI: Organic User Interface). 

El proyecto Jacquard que dirige Iván en colaboración con la factoría Levi’s es un claro ejemplo del fascinante «no tan futuro» que está por llegar. Tecnología integrada perfectamente en nuestro cuerpo formando una extensión del mismo, en nuestras prendas de vestir. Prefiero no adelantar nada más y presentaros el siguiente vídeo (para los que tienen prisa ir directamente al 4:15):

Soli es otro de los proyectos que me ha dejado con la boca abierta. Y tiene algo buenísimo: hereda los gestos a los que estamos acostumbrados los humanos a la hora de relacionarnos con la tecnología (girar un dial, o apretar un botón, por ejemplo) pero sin tener ningún elemento frente a nosotros. El vídeo lo explica mejor que yo:

La gran limitación de este tipo de proyectos desde mi punto de vista es la falta de Affordance, no existen pistas visuales que nos indiquen que lo que tenemos delante porta interacción, pero quizás es tan sólo cuestión de un cambio de hábitos.

El amigo Carlos Antón hablaba con más detalle sobre qué es lo que está por venir en cuanto a experiencias digitales y modelos de interacción. Yo creo Carlos que lo veremos muy pronto 🙂

 

 

 

Como nota personal del abrumante WebSummit de este año me llevo la creciente preocupación entre los profesionales del sector por plantear una  tecnología menos adictiva, más útil, que sepa mezclarse en nuestras vidas sin que nos encierre en nosotros mismos. Sin tanto engagement y con más honestidad.

Surgieron tres conceptos que me llamaron mucho la atención, directamente vinculados con lo que menciono arriba y que escuché con cierta recurrencia en las distintas ponencias en las que estuve sentado:

– Espacio mental en blanco (Mental whitespace): que personalmente lo describo como la capacidad humana para liberar la mente y concentrarla en lo importante. Evitar la tentadora procastinación digital provocada por la inagotable cantidad de información que manejamos en estos tiempos.

– Desintoxicación digital (Digital detox): Desconectar durante determinados períodos para tener nuevas perspectivas y retomar el contacto digital renovado (e inspirado). «Disconnect to reconnect», como reza el motto de uno de los muchos campamentos que ya giran alrededor de esta temática: Digitaldetox.org.

– Economía de la atención (Attention economy): «la abundancia de información da lugar a la pobreza de la atención». Este concepto fue analizado hace años por Michael Goldhaber, y a día de hoy tiene más sentido que nunca. Goldhaber también tiene frases extraordinarias como esta: «El dinero no puede comprar la atención». Fuente

Sin duda se presenta un futuro la mar de interesante en cuanto a cómo nos relacionaremos con la tecnología. Deseando vivirlo.

Hace unos cuantos años tomé la decisión personal de mentorizar a startups bajo el paraguas de distinas organizaciones (Business Booster, Google Developers Launchpad…) y también a nivel más personal. Me apetecía por un lado echar una mano a la comunidad y, por otro, aprender y estar al día sobre lo que se mueve fuera de la pantalla de mi portátil. Tengo que reconocer que, aunque en la mayoría de las ocasiones todo esto es pro bono, la satisfacción personal que me proporciona compensa el esfuerzo.

En todo este tiempo uno ve de todo, bueno y malo (aquí hablo sólo desde el punto de vista de interfaz, que es de lo que suelo escribir), y hay que reconocer que a nivel de interfaz desktop se nota una importante mejoría en cuanto a la preocupación de las startups por hacer algo humanamente amigable.

Pero en móvil no ocurre lo mismo.

Sorprende la cantidad de ocasiones en las que uno se encuentra con aberraciones que a veces hasta da apuros mencionar. Lo más básico de una interfaz móvil, un simple botón, por regla general se diseña pronto y mal, sin pensar ni analizar la repercusión que tiene este elemento.

He preferido no incluir ejemplos reales, no quiero que nadie se sienta ofendido por ser mencionado, y en lugar de eso compartir aquí cuáles son algunos de los aspectos fundamentales que hay que tener en cuenta a la hora de diseñar eso: un simple botón. Prometo que nunca pensé que un elemento tan simple diera para escribir tantos párrafos, pero tengo la sensación de que ayudará a más de uno:

1. Lo primero es el tamaño. Tener en cuenta que en un botón en móvil se pulsa por regla general con el dedo índice (si estás parado, sentado o de pie) o con el pulgar (si vas andando):

Foto: Lukew.com

Este detalle, traducido al mundo píxel, anda alrededor de unos 44px, un botón con esa altura. Windows sugiere un tamaño de 34px. Pero en la medida de lo posible sé generoso con los botones, al menos con los principales, los dan de comer a tu startup. Parece fácil, pero no lo es.

2. Lo segundo es la ubicación del botón. No me canso de enseñar esta imagen cada vez que hablo de este punto. Pura Ergonomía:

En este ejemplo siempre surge la cuestión de la gente que no es diestra. Y yo siempre respondo lo mismo: diseña para lo más probable, no para todo lo posible. Si crees que la mayoría de tus usuarios van a ser zurdos invierte este planteamiento, pero dudo que sea el caso.

Ni que decir tiene que la recomendación es colocar los botones principales en las áreas donde el alcance del dedo llega con más facilidad. Por si acaso no es lo suficientemente evidente.

3. Microcopy: el literal que lleva dentro el botón en cuestión. Ya hemos hablando largo y tendido sobre la importancia del copy a la hora de convertir. Una cosa que últimamente me llama la atención es que hay gente que incluye el literal en forma de pregunta.

Personalmente creo que cuando incluyes una pregunta en un botón de forma automática surge una respuesta, aunque sea de forma inconsciente, es un tiempo de indecisión que te puedes ahorrar colocando el microcopy en imperativo («¿Vemos los precios?» vs «Ver precios ahora», por ejemplo. He ido sacando esta conclusión a través de mis propios errores.

4. El cuarto punto puede parecer poco importante, pero que considero que le da tu aplicación un toque de confort adicional, de comodidad con respecto a tu competencia: se trata del estado ontouch. Básicamente consiste en que, al pulsar ese botón, tengas la sensación de que lo estás pulsando, ya sea a través de un cambio de textura de color, o con sensación de profundidad, que se hunda al pincharlo. Se trata de un detalle que dura microsegundos, y probablemente pase desapercibido para la mayoría de tus usuarios. Pero ayuda a incrementar la seguridad de que estamos pulsando el elemento que queremos. Feedback, feedback y más feedback.

5. El último punto es un error clásico: pero se sigue viendo con frecuencia tanto en desktop como en móvil. No coloques botones que generan acciones opuestas demasiado unidos, uno junto al otro. Si no te queda más remedio condiciona el diseño y deja el más importante en forma de botón (si no lo tienes claro piensa en cuál de las dos opciones le beneficia más a tu startup). Y el otro en forma de enlace, que tenga menos relevancia.

Me quedo aquí. Seguro que hay más puntos interesantes que compartir y si tienes ganas de compartirlo comentar es bienvenido, en esta casa siempre lo ha sido.

Cada vez que veo un email con la dirección «no_responder@» o «no_reply@» me quedo unos segundos mirando fijamente la pantalla, pensando qué pasará si desobedezco esa orden que me llega desde el ciberespacio…

El no_reply creo es una herencia que asumimos como «buena práctica» porque algunos «grandes», por razones precisamente de tamaño e infraestructura, lo hacen (respuestas automáticas de fuera de la oficina o simplemente para evitar spam). Aunque no sea la solución única y definitiva, por supuesto.

Personalmente, veo que un no_responder como dirección de correo es un paso atrás de cara a ofrecer una buena experiencia de uso. Y tengo varias razones para defender esta posición:

– La primera es obvia: porque un «no_reply» es una invitación precisamente a justo lo contrario: a responder. ¿A quién no le gusta saltarse las prohibiciones?

– Porque suena a orden. Y suena a orden de alguien que ni conozco (ni probablemente llegue a conocer).

– Porque es negativa: y en Internet todo lo que sea obligatorio, imperativo o negativo genera malas vibraciones. Sobre todo en las primeras experiencias.

– Porque dice mucho de la filosofía que hay por detrás: ¿de verdad no te interesa que te respondan si tienen algo que decirte? Probablemente respondas que para eso está el formulario de contacto, pero se pierde contexto e inmediatez.

– Y porque la base del email es la comunicación y porque desde el lado de atención al cliente tener el email que inicia la conversación sirve de contexto y puede ayudar a resolver antes el asunto por el que alguien (un cliente tuyo, no lo olvides) se ha molestado en escribirte.

Seguramente haya más razones para defender esta posición. Y también argumentos que defiendan la posición contraria.

¿Las añadimos?

 

Hace unos días me topé con un dato que, si bien no me sorprendió, sí que me dejó pensativo:
El 85% de los vídeos que se ven en Facebook se reproducen sin sonido. De este dato saqué varias conclusiones que comparto sin orden alguno:

– Que, a la vista del porcentaje, es más importante que la imagen que el audio.

– Que los seres humanos somos muy básicos. Con que nos pongan algo en movimiento ya estamos entretenidos.

– Que todos los vídeos deberían llevar por defecto subtítulos. De esta manera nos aseguramos que nuestro mensaje llega.

– Que si tu vídeo lleva autoplay la estás cagando en tu estrategia digital.

– Que no me sorprende el éxito de iniciativas como la de PlayGround en Facebook, donde mezclan una imagen muy cuidada y todos sus vídeos llevan texto.

– Que el silencio es cada vez más importante en Internet. La tecnología, como comenté anteriormente, debería tender a ser «tranquila«.

– ¿Más?

Quizás suene a chiste, pero entre mis aparatos tecnológicos preferidos se encuentran dos cosas que nada tienen que ver con lo más actual del sector: un aspirador (un Roomba, por ejemplo) y un cortacésted (Robomow, por qué no).

Ambos aparatos cumplen su función de manera impecable, diseñados para que te olvides de ellos completamente. Trabajando para ti por el mero hecho de estar enchufados, nada más: ellos aspiran o cortan el césped como si fueran un habitante más de la casa, cargan sus baterías de forma automática y continúan su trabajo sin que te molesten para nada: 100% a tu servicio.

Para mi son el ejemplo perfecto de lo que se denomina «Tecnología Tranquila» (Calm Technology en inglés). El principio básico de este tipo de Tecnología es que la interacción entre el aparato y el humano se establece de forma periférica, sin que exija atención constante.

Sus principios, aunque puedan parecer obvios son muy interesantes:

I. La Tecnología debe requerir la mínima cantidad posible de atención.

II. La Tecnología debería informar y generar tranquilidad.

III. La Tecnología debería hacer uso de la periferia.

IV. La Tecnología debería engrandecer lo mejor de la tecnología y lo mejor de la humanidad.

V. La tecnología puede comunicar, pero no necesita hablar.

VI. La tecnología debería funcionar incluso cuando falla.

VII. La cantidad adecuada de Tecnología es la mínima necesaria para solucionar el problema.

VIII. Y la más importante, para mi: La Tecnología debería respetar las normas sociales.

El término (y los principios arriba mencionados) fueron acuñados en 1995 por los investigadores del XEROX PARC Mark Weiser (fallecido recientemente sin llegar a los 50 años) y John Seely Brown, como reacción a la creciente complejidad que la tecnología estaba empezando a generar en aquellos años.

La tetera, las señales de ocupado de los WC’s públicos o las tarjetas «inteligentes» de acceso a oficinas son otros ejemplos que también se agrupan en esta tendencia. Pásate por Calmtech.com  para conocer más ejemplos.

A día de hoy, resulta difícil visualizar un futuro donde impere este tipo de Tecnología, estando rodeados de una Tecnología que cada vez más demanda más de nosotros. En este excelente post – How Technology Hijacks People’s Minds – explican cómo consigue que, de media, una persona chequee su teléfono móvil una media de 150 veces al día.