Internet. Tecnología. Personas. Desde el 2001.

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Me lo he pasado pipa viendo la charla del publicista Rory Sutherland, donde trata de demostrar cómo las mejores soluciones a los grandes problemas son muchas veces las más sencillas (y las más económicas de implementar). Entre geniales ejemplos, destaco su visión sobre cómo funciona a día de hoy nuestro mundo:

Rory lo borda demandando la creación de una nueva profesión para la que aún no encuentra nombre y que se atreve a llamar temporalmente como «Director de detalles». Ya veréis por qué.

Son 12 minutos de nada. Y tienes subtítulos en cualquier idioma:

Gracias Jorge.

Una de las principales aficiones de esta casa es la de conocer en profundidad la interacción que se genera entre nosotros los humanos y las máquinas.
Pero por debajo de esa interacción persona-máquina existe una capa silenciosa, casi invisible, de interacciones entre las propias máquinas que actúan en sinergia para ayudar a los humanos. Y en el mundo de la automoción existen un montón de buenos ejemplos.

Hablemos de interacciones transparentes:

La foto de ahí arriba es la «llave» de mi coche. No es una llave al uso, pero cada vez con más frecuencia las llaves de nuestros vehículos tienden a adoptar esta forma (aunque sigamos llamándolas «llaves»), así pueden almacenar en su interior todo lo necesario para poder realizar funciones que nos ayuden. Una de las acciones que más me gusta de esa llave es la de poder abrir cualquier puerta del coche sin tener que preocuparme en qué bolsillo anda, las puertas se abren nada más tocar el tirador. Cuando estás con las manos cargadas de cosas es agua bendita.
También ayuda no tener que meter la llave en ningún sitio para arrancar el vehículo, o que ni siquiera exista un freno de mano, y que este se active en cuanto paras el vehículo.

Existen también otras interacciones entre máquinas que tienen más que ver con la seguridad en la conducción, como el ABS, la amortiguación inteligente o incluso la dirección asistida: todos estos detalles funcionan de forma transparente, desconocemos qué es lo que pasa ahí dentro y poco podemos hacer para desactivarlas, sólo sabemos que están ahí para ayudarnos y hacernos la vida más sencilla. Es pura tecnología al servicio del humano, como si fueran nuestros esbirros, ¿no es genial?

A lo mejor muchas de las interacciones que a día de hoy conocemos deberían funcionar de esta forma, completamente transparentes. Estoy seguro de que nos ahorraríamos muchísimos dolores de cabeza.

Hace unos días el amigo Ignacio Buenhombre y yo mismo estuvimos conversando sobre algo que nunca imaginé que podría llegar a ocurrir: en Internet el concepto de marca prácticamente ha desaparecido.

Y no puedo estar más de acuerdo. Date una vuelta por ahí y verás lo que quiero decir, fíjate en los logos de muchas start-ups: son diminutos, sencillos, sin pretensiones. El objetivo es tan sólo que el usuario te asocie a su interfaz y que recuerde tu nombre rápidamente, nada más. Peor aún, pásate por sus versiones móviles: nunca el logo ha sido tan pequeño, a veces incluso se esfuerzan en abreviarlo para dejar paso a lo que a día de hoy es la marca en Internet: el copy, las transiciones, la velocidad de la interfaz, la interacción que se genera, el feedback… ¿Dónde está la marca?

Nadie podría pensar años atrás que estos ingredientes tendrían más peso que la propia marca y que ellos fueran los principales protagonistas de este mundo digital. Estoy seguro de que es tan sólo una cuestión de saber adaptarse a estos tiempos que corren, entender cómo funciona el canal y conocer las necesidades del usuario en Internet, que creo que es el principal problema.

Pásate por las versiones móviles de las algunas agencias de comunicación y entenderás rápidamente qué es lo que quiero decir cuando hablo sobre entender el canal y las necesidades del usuario…

Cada vez con más frecuencia me encuentro con expresiones y términos relacionados con el mundo de Internet y la tecnología que me empiezan a parecer obsoletos. Algunos de ellos aún tienen sentido en la etapa que estamos viviendo ahora, pero más pronto que tarde están llamados irremediablemente a desaparecer.

Aquí van unas cuantas:

  • «Colgar en Internet»: cuando prácticamente todo empieza a estar en «la nube». Ya no vale.
  • «Regístrate»: con funcionalidades como Facebook Connect esta opción no tardará en desaparecer.
  • «En construcción»: déjate de mandangas, lanza lo que tengas y actualiza constantemente.
  • «Portal de Internet»: automáticamente se me vienen a la cabeza directorios tipo Terra. Caspa.
  • Todo lo que lleva una «e-«: e-banking, e-learning… Incluso e-mail. Te sobra esa «e-» en todos los sitios. Es algo redundante.
  • «2.0»: es un ICM (Intento de ser Cool Malogrado). Quítatelo de la cabeza.
  • «Hacer clic», esta es quizás más polémica: expresión que viene del sonido que emiten los botones de nuestro ratón. Con la cantidad de interacciones táctiles que se nos vienen encima, seguramente desaparecerá esta expresión. Ya existe un anglicismo («tap») que la sustituye. En castellano no hay nada parecido: se me ocurre «pinchar», pero se queda muy corto.
  • Y por supuesto, aunque no es una expresión, las clásicas www, de las que ya hablé en su momento.

Y estamos hablando de expresiones, aquí no incluyo elementos como el contador de visitas, las nubes de tags, o el propio cursor, que tarde o temprano entrará a formar parte del hall of fame.

¿Alguna más? Seguro que sí. Coméntamelas y ayudemos a eliminar este argot que ya empieza a estar fuera de lugar.

Actualización:
«Conectarse a Internet» vía JMBraut.

¿Os ha pasado alguna vez? Salir de casa con la típica maleta de ruedas y nada más pisar la acera empezar a escuchar ese traqueteo rueda/acera, que te hace pensar que igual estarías mejor caminando por el asfalto, para no llamar tanto la atención.
Yo no suelo gastarlas, pero cada vez que veo a alguien, sobre todo si es a primera hora de la mañana o bien tarde, pienso en el vecino que está descansando y que de repente se tiene que tragar esa bachata que monta el viajero que pasa bajo su portal. Con la maletita de ruedas. La faena no es sólo para el que descansa, sino para el que porta la maleta, que va diciendo a todo el mundo «eh, que me marcho de viaje, ¿eh? y que aquí llevo mi maleta, por si os queréis servir».

Las aceras que tenemos no son prácticas: ese diseño en plan mosaico provoca ruídos innecesarios cuando hay ruedas de por medio, nos hace también ir más lentos, provoca tropezones de peatones cuando falta alguna pieza y, cuando llueve y alguna está medio suelta, te suele saltar ese chorrito de agua hasta el tobillo, tan agradable en invierno. Esta es la clásica, la de toda la vida, que aún se ve en muchas ciudades de nuestro país: un teclado perfecto para una buena maleta de ruedas. Creo que no exagero si digo que es quizás la más puñetera:

A mi parecen que están mejor enfocadas las que te encuentras en otras ciudades, son de asfalto también, pero elevadas, no a nivel de la vía por donde circulan los vehículos. Me parecen más fáciles de mantener, más silenciosas y mucho más resistentes (menos costes, seguramente). Al principio me parecían tristes, mimetizadas con el asfalto de la calle, pero con el tiempo he llegado a la conclusión de que son mucho más prácticas que las que gastamos aquí. Así son muchas de las aceras en París:

Me pregunto quién andará detrás de estos diseños urbanos tan acertados. Sería un placer conocerle y pedirle su opinión sobre aceras, bolardos y rotondas.

Fotos de Felixucomartin y Nicolasnova.

El otro día me sucedió una cosa curiosa: estaba en el centro de Madrid y me disponía a coger un taxi. Frente a mi había uno que estaba acabando un servicio parado en el carril Bus, el clásico Skoda. Por detrás venía otro en marcha, pero este era un Mercedes. No me lo pensé dos veces y alcé la mano, pero con la intención de coger el Mercedes, no el Skoda. El taxista del Skoda, viendo la maniobra, empezó a marcarse ráfagas con las luces insistentemente y a pitar, como diciendo (no sé si a mi o al conductor del Mercedes que ya estaba parado frente a mi) que él estaba primero, y que era ahí donde de debía montarme. Cada uno elige lo que paga, o al menos así debería ser.

Y fue en ese momento cuando me di cuenta de porqué le tengo tanta manía a los taxistas. Y creo que no exagero si hago extensible esa manía al resto de usuarios de taxis de Madrid. Y es que en el fondo la manía no es al taxista, sino al taxi…
Los taxis Skoda (y por extensión los SEAT Toledo y similares) de Madrid transmiten una imagen poco «glamourosa» de la ciudad. No apetece cogerlos, suele oler a rancio en su interior y siempre hay algún chirrido que sale de no sé dónde, dándote el coñazo durante el viaje. Cuando conduzco por la ciudad y tengo uno de estos frente a mi, presto atención extra, tratando de anticipar la maniobra sorpresa que suelen tener preparada. Son gente que suele estar subcontratada por un patrón que tiene una flota de varios vehículos. Y eso se nota en el servicio que ofrecen.

El conductor del Mercedes me cobró lo mismo que me habría cobrado el otro tipo. Pero además me ofreció un razonamiento obvio del porqué eligió ese modelo: los usuarios suelen decantarse por un Mercedes cuando ven venir varios a la vez libres. El taxista era consciente del coste superior en mantenimiento que tienen este tipo de vehículos, pero prefería ofrecer un servicio diferenciado, en el que el cliente estuviera a gusto y satisfecho, que se bajara contento. A lo mejor – decía él – gano un poco menos, pero quiero tener un coche a la altura del servicio que me gusta ofrecer.

Y al final pagan todos los del gremio, por desgracia. Pero la realidad es que los que tienen estos modelos de «taxi económico» transmiten una imagen de un servicio poco cuidado, que no está a la altura de lo que pagas. Habrá muchos que ofrezcan un servicio impecable, con el interior del coche niquelado, pero eso no es suficiente, y no lo es porque no se ve desde el exterior, a pie de calle, que es desde donde se coge el taxi…

Madrid debería apostar por otros modelos de taxi, que miren menos el mantenimiento del vehículo y primen más la experiencia de viajar en un taxi, por la capital de un país europeo (y aquí el Ayuntamiento debería aportar su granito de arena, claro). Quizás deberían existir incluso varios colores, acordes con el estado anímico de los clientes, ¿para eso sirven los colores, no? Creo que con la cantidad de letras, bandas y luces que un taxi porta, se podrían distinguir perfectamente aunque fueran de otro color. Seguro que nos alegrarían más la vida y a lo mejor harían más servicios.

En una ciudad la movilidad es prioridad #1, y Madrid debería ofrecer un servicio de taxis acorde con la imagen internacional que pretende transmitir. Que estos Skoda sean los taxis que mayormente se vean cuando uno llega desde el aeropuerto de Barajas, me parece que transmite una imagen poco positiva de la ciudad (sin mencionar las peloteras que se montan por «cazar» a los clientes, que eso es otra historia).

No les tenemos manía a los taxistas, les tenemos manía a la caspa que transmiten esos Skoda. O así lo veo yo…

La foto, de PepeZoom.